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El Cubil del Kallikanzarós

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Darkness Falls

Rompo con todo, quemo las naves, mando los recuerdos y los esbozos a cualquiera de los círculos del infierno. Que se consuman allí, entre llamas ardientes y gritos desdichados. El maldito (una y un millón de veces maldito) 2004 falleció hace unas horas, y el espíritu me reclama un cambio: nacer desde las cenizas, prometerme a mí mismo que nunca más haré caso de las mordazas impuestas por mi propia mente (William Blake dixit).

Bitácora nueva, propósitos nuevos... En mitad de un caos de sensaciones confusas. Hace algún tiempo que me siento perdido, desazonado, como si alguien hubiera robado de mi alma el fuego sagrado. A veces me veo como un hombre vencido por las ciscunstancias, y me gustaría aullar a la luna y cabalgar las olas, con la ingenua esperanza de que algo cambiaría.

Nada va a cambiar.

Estamos siendo derrotados por las fuerzas del caos y de la destrucción. ¿No notan que cada vez las cosas son menos cosas, que su esencia se va diluyendo en este maremagnum de publicidad y política correcta que nos rodea? Sólo los cadáveres permanecen. El maremoto nos ha devuelto el rostro de uno de los Cuatro Jinetes, en versión digital, y lo único que nos permiten hacer es asomarnos a las ventanas hipócritas de nuestros televisores para contemplar el horror en directo, y lamentarnos en nuestros interiores decadentes (mientras pensamos en que tenemos que acercarnos a uno de los hipercores que tenemos a mano para comprar las última chuchería insustancial que maldita la falta que nos hace) con el propósito de ser mejores personas.

Yo no.

Prometo ser un verdadero hijodeputa, con el permiso de la concurrencia.